Pase el fin de semana con las palabras de Helga retumbándome una y otra vez en mi cabeza, sentía deseos de ver a Ana, de cuestionarla, de observarla….
En esos momentos recordé la forma tan extraña en la que nos conocimos, pues la noche fue testigo de nuestro primer encuentro y la lluvia de nuestros besos. Con todo esto me di cuenta que no había nadie en el mundo que quisiera mas que a Ana, y así las fuerzas del destino lo impidieran, para mí era claro que debíamos estar juntos para siempre.
Por fin era lunes la ansiedad me carcomía, y contaba los segundos para verla, así que me fui para su facultad que quedaba cerca a la entrada de la universidad. Pronto la vi salir de uno de los salones del enorme edificio se acercaba a mí, no sonreía al verme como en otras ocasiones su rostro mostraba signos de tristeza lo que supuse era producto de aquel terrible acontecimiento que había ocurrido en su familia.
Nos saludamos fríamente. De inmediato la invite a la cafetería para tomarnos algo y conversar. Así que empecé yo:
¿Cómo está tu hermano? ¿Cómo sigue?
Igual… los doctores dicen que debemos esperar y ser pacientes pues aun no están seguros de que Gabriel este totalmente bien.
Cuando termino de hablar se puso muy mal, me acerque para abrazarla, entonces nos miramos fijamente, ambos deseábamos repetir aquellos besos apasionados y no dudamos un segundo para que nuestros labios se acercaran, de pronto ella interrumpió aquel hermoso momento y dijo:
-Basta Sebastián… tu no me conoces, esto no puede ser.
-¿pero de que hablas? Ana yo tengo que decirte que te amo, que en estos pocos momentos compartidos has logrado entrar a mi alma, cada parte de mi cuerpo te pertenece y no me importa lo que otros digan y piensen.
-¿Qué? ¿Cómo? – parecía totalmente anonada ante aquella inesperada revelación pero para mi gran sorpresa estos sentimientos no eran correspondidos- lo siento Sebastián te has enamorado de la persona equivocada yo no podría corresponderte nunca. Adiós Sebastián… adiós para siempre.
Ana Salió corriendo de aquel lugar. Mi mente quedo en blanco. Aquella mujer que conocí llorando, que vivía consolado por su suerte un poco desventurada, había provocado en mí la tristeza más grande que se pueda imaginar. Pasaron las horas y las clases terminaron, llegue a la soledad de mi habitación para derrumbarme, para recordar aquellas dolorosas palabras que habían sido como miles de espinas rompiendo mi corazón y mi alma. Creía que era lo peor, ¿Cómo había podido enamorarme en tampoco tiempo? ¿Quién era Ana en realidad? ¿En realidad esto era un amor equivocado?...